jueves, mayo 03, 2018

Un pensamiento en la vereda

Es duro saber que te puedo abrazar, pero no tener.
Lo último que dijo aquella tarde atroz fue eso.
Su corazón palpitaba despacio. Le habían fallado de nuevo y a pesar de que siempre sospechó que todo acabaría en algún momento, no esperó que fuera hoy.
Algunos días antes habian hecho el amor con decencia, procurando encontrar el mismo aliento en cada arremetida, sin llegar a sentir el placer de antaño. Arrobados por la sensación de vacío ambos decidieron, sin saberlo, quizá sin querer aceptarlo, que el tiempo de los dos había caducado. Todo era inevitable.
Esa sonrisa suave, aquellos gestos breves y esa mirada rara, que nunca le permitió explorar mas allá, fueron los primeros recuerdos que tuvo de forma anticipada saboreando la melancolia del pudo ser y de que todo habia terminado.
Algún día nos encontraremos, pensó, intentando proyectarse en el futuro, con mejores expectativas; será en alguna calle que pisamos juntos y que nos hizo felices y ese será el nexo que reavivará la memoria de nuestros corazones, se dijo son más pena que esperanza.

No hay nada. Solo vete, le gritó su corazón y tuvo que aprender a aceptar la vida.