martes, enero 28, 2014

Solo por encontrar el ritmo

En serio me gustaría ser de esos hombres que con absoluta prestancia demuestran su don de gente y ese talante propio capaz de arrasar con todo. Pero no puedo, no puedo de momento, solo de momento y es que a mí me inculcaron muchas cosas buenas, como hace cualquier madre juiciosa, lo único malo en mi caso es la maña grande que me vence, me toma y no me opongo, me lleva finito y entonces por ahí ando, proponiéndome cambiar, acusando mis pecados con la consciencia y sometiéndolos a la comparación en donde me hundo con más amargura que pena. Ni hablar, mi realidad no es prometedora y no ofrece tan siquiera síntomas de enmendarse, ni hablar. Me han dicho que lo más sano es aceptarse y hacer que los demás "compren el paquete completo" Al fin y al cabo quién es perfecto.

He sufrido lo suficiente, sin embargo creo que lo seguiré haciendo por más tiempo, es que mi problema es pensar, pensar demasiado sobre todo. Si un día alguien me cuenta que se le perdieron dos monedas me quedo pensando en el viaje interminable que harán aquellas piezas de imprescindible valor para el menos favorecido. Ojalá no hayan servido a quien se las encontró para comprar droga, sino pobre su mamá y toda la familia. Es horrible tener un vicioso en la familia. Aunque con el tiempo uno se acostumbra y hasta se los ve con cierta fascinación porque a pesar de haberse metido tanta porquería siguen exactos, perfectos y en algunos casos bien acompañados. Dios ha de querer que esa platita se la haya encontrado alguien que sea buena gente.

Lo importante es que voy a cambiar... promesa que no debo olvidar. Mi único consuelo es tirarme en la cama y mirar el techo de vez en cuando. Uno se puede llegar a imaginar cosas alucinantes. También leo a pesar de que me dijeron que leo mal; puras tonterías, dicen. Es normal que algunos desprecien a los que leemos; ellos se quedan con lo que mal aprenden en el colegio, por eso escriben mal, piensan tonterías y sus críticas son cojudas. Me río. Esa es otra cosa que hago muy seguido. Cuando era más chico mi mamá me decía que era burlón y malcriado todo a raíz de la caída de Judít. Más zonza para tropezarse con diez hormigas. Esa es la versión oficial, bueno la mía que luego se hizo oficial e irrefutable por toda la vida. Cómo me reí de ella que era tan tan para caminar y hacer alarde de la exportada belleza de jumento que tenía. Si siempre le decía con el cariño protocolar de mi edad: ¡Pero qué burra!